Wednesday 28 March 2007

Simulacro de Tensión

Naci el año 88, el año del dragón. Emblema de éxito y triunfo. ¿A quién le importa? El caso es que pasé toda mi infancia "arranada" en Santiago, cambiandome de casa constantemente - damn it, quizás qué cosa valiosa perdí en esos cambios.
Digo yo, las mismas autobriografías de siempre al escribir. Ese no es el punto. Galán Galeno ataca de nuevo. Lo sé, si no nos mata el calentamiento global, los tsunamis simulados, las estafas varias denunciadas a gritos de todos lados, el alza del tag, el adelgazamiento de la capa de ozono, nos terminará de quedar claro que se está acabando el mundo ante la evidencia innegable de algo extraño: tengo alguien en la mira. Extraño no?
Pasé 4 años colgada a un Galán sin que me diera importancia alguna más que una simple amistad. Acaso no es raro? Habrá sido gay? No lo creo, estoy 100% segura de que era straight, pero más que eso, pensar que tire a la basura 4 años en que pude hacerme la chistosa.
Pero eso fue hace 4 años. Ahora era el momento.
Esa sensación que a los trece es permanente: las mejillas en llamas y una seguridad absoluta que estás en el lugar equivocado, con la ropa equivocada, con la actitud equivocada, diciendo las cosas más absurdas para la ocasión que el vocabulario te permita.
Y él, con la sonrisa que conozco hace poco, me deja en una odisea mental donde mis documentos más importantes se pierden entre sinápsis y sinápsis. Sus ojos azules son de esos más profundos que piscina de 2 metros que he visto. Pero es lo de menos, qué importa como vista, cómo se vea si como dicen, importa su interior? Pero el hecho de conocerlo un poco, suena más razonable, es cierto. De todas formas no es tanta presión al conocerlo. Si no resulta, hay un plan B bajo la manga, o será sólo un simulacro?

Sunday 25 March 2007

Soñadoras

Tanto tiempo apuntando las evidentes diferencias que existen entre el género femenino y el masculino, y resulta que hay más similitudes de las que una espera encontrar. Porque mientras yo daba por perdido a Galán Galeno, tras su evidente falta de interés en mi desaparecida persona, el hombre reveló preocupación justo cuando se dio cuenta de que le faltaba la presidenta del fans club. Es decir, los hombres también quieren lo que no tienen, justo cuando se percatan de que ya no está a su alcance. Si hubiese aprendido esto hace... digamos unos cinco años, las cosas serían distintas. El certificado del registro civil diría divorciada, y no soltera, por citar sólo un cambio estructural.

Claramente, sufro de problemas en la estrategia. Como sea, el hecho concreto es que Galán Galeno está de vuelta. Y yo tengo ganas de jugar un poco.

Nunca he sido muy amiga de las manipulaciones, porque generalmente se me van en contra, pero ahora caigo que tal vez cuando se hacen estos golpes de efecto sin querer, se logra el objetivo. O algo así. Lo importante es no sobreactuarse. Todo este revival comenzó cuando ya iban 12 días desde nuestra última conversación, y yo estaba paseando por el galpón de las antigüedades, sola, mirando radios de madera y máquinas de escribir que supuestamente son algo viejísimo, pero que yo alcancé a usar para un trabajo en séptimo básico. Estaba preguntándome si eso me convierte a mí también en una antigüedad, cuando sonó mi celular. Pensé dos veces en sacarlo, porque con esto del Transantiago estoy paranoica al límite con mi seguridad personal, y ante el temor de convertirme en una antigüedad que más encima está desconectada del mundo actual, me envalentoné y saqué mi teléfono. Y casi me caigo de espaldas cuando vi que quien llamaba era nada menos que Galán Galeno. Él, que me golpeó con el látigo de la indiferencia.

El contacto bloqueado en mi Messenger. El que fue rebautizado en mi agenda telefónica del celular, y ahora figura como "no contestar ni llamar". Obvio, si seguía diciendo "galán galeno", la tentación de llamarlo era mayor. Así que edité su nombre y lo bauticé así, "no contestar ni llamar", porque no confío en mi capacidad de recordar que está vetado si me tomo una copa de más una noche. Y esa señal de alerta me recordaría, en esa eventualidad, que debo mantenerme lejos.

Retomo: estaba en el galpón de las antigüedades, confundida ante ese mensaje tan contradictorio - un teléfono que suena y vibra, y que en su pantalla parpadea insistentemente con "no contestar ni llamar calling"- y sabiamente, opté por obedecer la orden perentoria del aparato. Tiritando, me senté en una silla, que terminé comprando obligada por el dueño del local, y traté de calmarme. Mi teléfono volvió a vibrar y tenía un mensaje de texto suyo. Dos minutos, y llegó otro. Todos en un tono coquetón y desesperado, tal como me gusta que me hablen los hombres. Me compré una mineral y me mojé la cara, el cuello, las manos, a ver si se me esfumaban las escenas soft porno que se estaban proyectando sin mi autorización, y volví a revisar el teléfono. No había más mensajes. Con la silla al hombro, me fui al auto. Encendí un cigarro, grité odiándolo por jugar con mis sentimientos y mi amor propio y decidí que ignorarlo es la mejor forma de conseguir acercarlo un poco. Y le achunté. Porque desde el domingo hasta hoy martes, tengo 21 mensajes de texto, 3 mails, y 5 llamadas a mi casa desde su número. Una alternativa es que le hayan robado el celular y el ladrón esté aburrido. Otra es que los hombres sean como una: siempre quieren lo que ya no está disponible. Y a eso estoy jugando ahora. A parecer no disponible.

Aunque sea sólo una fórmula retorcida para conseguir tenerlo.


C.A

Wednesday 21 March 2007

Compradoras Al Por Mayor

Comprar no es sólo adquirir algo que nos falta. Para las mujeres es un arte. Un deporte. Una fuente de satisfacciones. ¿Hay algo que se sienta mejor que escuchar el tono medio envidioso de otras congéneres, que marca la clásica pregunta "dónde lo compraste"? OK, debe haber otras fuentes de satisfacción, pero ser reconocida como una buena compradora es un anhelo de muchas. Nuestra relación con la bolsa llena, las boletas recién emitidas y el estreno de nuestras nuevas adquisiciones da para tratado sicológico. La que esté libre de pecado, que lance la primera piedra.
No hay caso. Basta pasearse por un mall a cualquier hora del día para quedar convencida de que las mujeres somos mayoría en el mundo. Los pasillos de los templos del consumo están siempre poblados por una mayoría de mujeres. Y si bien estadísticamente somos más, nuestra presencia roza la categoría de plaga en los malls. Nos gusta la compra. Desde chicas nos peleamos por llevar la bolsa. Es una de nuestras grandes habilidades: ser el departamento de adquisiciones de nuestra familia o el conglomerado del que somos parte. Nos encanta comprar. Pagar no es la parte favorita del proceso, pero nada es perfecto en esta vida. La sensación de una bolsa con algo nuevo adentro no se puede comparar.
Comprar, para nosotras, no se trata de salir a buscar algo que nos hace falta. Después de una tarde de shopping, muchas miran lo que llevan a la casa y se espantan. ¿Realmente necesito un peto con lentejuelas camufladas? No, no lo necesito, pero estaba en la percha de la tienda y al pasar por su lado, seguro me dijo "Mamá, llévame a casa". ¿ Y cómo negarse a esa vocecita? Además, está en rebaja. Y así, todo se justifica.
Reconozcámoslo: las comprar son un vicio. Son la perdición, Pero también, comprar es un deber: somos las grandes responsables de la economía mundial. Si nos quitan las tarjetas, se frena el consumo, y se nos va a las pailas el círculo virtuoso de la economía. Compramos de puro patriotas. Para que Chile crezca. Pero ese mérito nadie lo reconoce. Somos heroínas anónimas. En cambio, nos acusan de consumistad, Compramos hasta que la tarjeta está sin cupo y nos desvelamos en la noche, recriminándonos, ordenando mensualmente las lucas, para ver cuál tarjeta será la favorecida con el pago total de la deuda. Pero igual compramos. Y acá estamos todas las adictas al shopping, ordenadas por nuestras pequeñas neurosis de compra.

*Fin de la Transmisión*